miércoles, 3 de abril de 2013

Camino 5: De no ser responsable de mi destino a ser responsable


Observa al pájaro cuco que pone un huevo y se lo deja en el nido al petirrojo para que lo críe.  Mira en cambio al pingüino emperador que cuida sin alimentarse y a la intemperie durante tres meses, a su pequeñuelo, mientras la madre va en busca del alimento.
He aquí como la madre naturaleza no enseña lo que es la irresponsabilidad y la responsabilidad.
 
 
 
 De no ser responsable de mi destino a ser responsable
 
Uno de los estados que dejan en evidencia la madurez de un ser humano, es el  dónde pone las causas de lo que le pasa: si fuera de sí mismo o en sí mismo. En la perspectiva de una vida humana podemos decir que cuando somos niños, las causas de la mayoría de las cosas que vivimos, buenas y malas, están fuera de nosotros. Nuestros padres nos eligen el colegio, nos educan desde lo que ellos son y manejan nuestra vida soberanamente.
 
En la medida que nos hacemos adultos paulatinamente vamos adquiriendo el control de nuestro destino. Es así, como posiblemente escogeremos qué carrera estudiar, a nuestros amigos y a nuestra pareja. Pero a pesar que este es un cambio que viven de manera natural todos los seres humanos, son pocos los que desarrollan la comprensión de que lo que en definitiva nos sucede en la vida de adultos, es siempre responsabilidad de nosotros mismos. Por ejemplo, si una mujer que tiene un matrimonio desgraciado achaca su situación a la mala suerte, está poniendo las causas fuera de ella y evitando asumir su propia responsabilidad. Esto es tan grave, que si esta misma mujer se divorcia y vuelve a casarse, es muy probable que viva nuevamente lo mismo, con lo que se terminará de convencer de que ella tiene mala suerte y pasará el resto de su vida atrapada en esa creencia.
 
En un barrio donde viví, había una vecina que cuando su hijo se sacaba malas notas iba y retaba a la profesora. El tiempo demostró que cualquiera  hubiese sido la profesora, su hijo nunca habría mejorado las notas. En otra oportunidad conocí a una linda y educada mujer a la cual su marido le pegaba sin contemplaciones. Logró divorciarse y se volvió a casar. Pues bien, su nuevo marido también le pegaba. ¿Habrá sido mala suerte?.
 
Para recorrer este camino hay que saber separar corto y largo plazo, puesto que si tengo que cruzar una calle y tomo todas las precauciones para hacerlo, pero igual me atropellan, podría con todo derecho decir que ha sido mala suerte. Sin embargo, cuando en un período de varios años tropezamos y volvemos a tropezar con la misma piedra, tenemos que mirarnos al espejo y decir “soy responsable de lo que me pasa, la causa está en mí y no fuera de mí”. 
 
Recorrer este camino es extremadamente difícil, puesto que primero que nada tenemos que asumir que lo bueno y lo malo que hemos cosechado en la vida, es fruto de lo que hemos sembrado. No cabe duda de que lo bueno lo asumimos inmediatamente como resultado de nuestros actos -incluso quitándole mérito a otros que nos pueden haber aportado -. El problema está con asumir lo malo, ya que siempre es difícil reconocer que hemos fallado. Pero si no lo hacemos, las malas experiencias se nos repetirán una y otra vez.   
 
A pesar que cuando conquistamos este camino también nos ganamos el dolor de sentirnos responsables de nuestra situación actual, con sus errores y aciertos, vale la pena transitarlo porque en definitiva significa tomar en nuestras manos el control de nuestro destino y mientras no lo tengamos nunca podremos ser felices ni sentirnos verdaderamente adultos.

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