De la Inteligencia al Pensar
Todos los seres humanos nacemos inteligentes, pero ninguno en ese instante sabe aún pensar. La inteligencia tiene que ver con la capacidad de intelegir, de crear, de generar, de concebir, en cambio el pensar tiene que ver con estructurar, ordenar y potenciar a la inteligencia misma. La inteligencia es esencia, el pensar es forma.
A pesar de que todos los seres humanos poseemos inteligencia, frecuentemente se tilda a una persona de inteligente cuando se destaca de su generación en su capacidad de concebir y comprender. Por ejemplo: un niño de tres años que conciba ideas que normalmente se asociarían a uno de seis o alguien que se destacó de toda la humanidad como Albert Einstein. Del niño diremos que es inteligente, pero no diremos que sabe pensar, en cambio de Einstein, sí se puede afirmar que además de ser inteligente sabía pensar.
La inteligencia es agua que brota con fuerza, es vida, es creación. El pensar es el río que la encausa, la conduce y le da fuerza. También es el lago que la contiene y apacigua; es el mar donde finalmente se juntan todas las inteligencias. Ésta al igual que el agua, finalmente vence a lo que se le opone. El pensar a su vez potencia a la inteligencia y permite aprovecharla al máximo.
El pensar posibilita que la inteligencia, al igual que el agua, evapore y decante. Es evaporación cuando toma la forma de intuición, lo que le permite llegar a lo más alto, a la idea, que es la esencia de todo. Decanta cuando llega a conclusiones.
La idea, igual que una nube que al caer como lluvia trae nueva vida a la tierra, baja a todos los hombres. Estos la transforman en nuevas formas mejores de vida para toda la humanidad. Es así como se ha inventado todo: inteligencia conducida y potenciada por el pensamiento.
La inteligencia que no es apoyada por un saber pensar, es como agua que brota en una ciénaga; escurre sin fuerza, pierde pureza y se pudre.
Saber pensar, es por ejemplo ante un problema no atacar los síntomas sino las causas; es también comprender que hay que canalizar esfuerzos y encontrar el camino adecuado para alcanzar lo que se quiere; es saber, que sólo se llega a conclusiones válidas si se tiene información suficiente; es saber que toda acción tiene una reacción; es saber separar el estómago de la cabeza ante una decisión. Saber pensar, es también provocar la intuición.
Quien no sabe pensar dilapida su inteligencia por mucha que ésta sea, en cambio el que sí sabe, aunque su inteligencia sea escasa, la aprovecha al máximo.
Así en la vida encontraremos personas muy inteligentes que por no saber pensar no podrán encausar correctamente sus vidas y conoceremos a otras, que sin ser especialmente dotadas intelectualmente, saben razonar, lo que les permitirá aprovechar al máximo las oportunidades que la vida les ofrece.