domingo, 7 de abril de 2013

Camino 1: De la Inteligencia al Pensar

Observa el agua y verás que es vida, creación, generación de lo nuevo. Pero el agua no es ordenada, no tiene forma ni sabe como conducirse a si misma. Los ríos son cauce, curso, velocidad, contención y distribución. Sin ellos el agua jamás podría llegar tan lejos ni generar tanta vida. Sin ellos el agua sin dirección ninguna, se desperdiciaría, se estancaría  y se podriría sobre si misma. El agua es como la inteligencia, los ríos son como el pensar.


De la Inteligencia al Pensar

Todos los seres humanos nacemos inteligentes, pero ninguno en ese instante sabe aún pensar. La inteligencia tiene que ver con la capacidad de intelegir, de crear, de generar, de concebir, en cambio el pensar tiene que ver con estructurar, ordenar y potenciar a la  inteligencia misma. La inteligencia es esencia,  el pensar es forma.

A pesar de que todos los seres humanos poseemos inteligencia, frecuentemente se tilda a una persona de inteligente cuando se destaca de su generación en su capacidad de concebir y comprender. Por ejemplo: un niño de tres años que conciba ideas que normalmente se asociarían a uno de seis o alguien que se destacó de toda la humanidad como Albert Einstein.  Del niño diremos que es inteligente, pero no diremos que sabe pensar, en cambio de Einstein,  sí se puede  afirmar que además de ser inteligente sabía pensar.

La inteligencia es agua que brota con fuerza, es vida, es creación. El pensar es el río que la encausa, la conduce y le da fuerza. También es el lago que la contiene y apacigua; es el mar donde finalmente se juntan todas las inteligencias. Ésta  al igual que el agua, finalmente vence a lo que se le opone. El pensar a su vez potencia a la inteligencia y permite aprovecharla al máximo.

El pensar posibilita que la inteligencia, al igual que el agua, evapore y decante. Es evaporación cuando toma la forma de intuición, lo que le permite llegar a lo más alto, a la idea, que es la esencia de todo. Decanta cuando llega a conclusiones.

La idea, igual que una nube que al caer como lluvia trae nueva vida a la tierra, baja a todos los hombres. Estos la transforman en nuevas formas mejores de vida para toda la humanidad. Es así como se ha inventado todo: inteligencia conducida y potenciada por el pensamiento.

La inteligencia que no es apoyada por un saber pensar, es como agua que brota en una ciénaga; escurre sin fuerza, pierde pureza y se pudre.

Saber pensar, es por ejemplo ante un problema no atacar los síntomas sino las causas; es también comprender que hay que canalizar esfuerzos y encontrar el camino adecuado para alcanzar lo que se quiere; es saber, que sólo se llega a conclusiones válidas si se tiene información suficiente; es saber que toda acción tiene una reacción; es saber separar el estómago de la cabeza ante una decisión. Saber pensar, es también provocar la intuición.

Quien no sabe pensar dilapida su inteligencia por mucha que ésta sea, en cambio el que sí sabe, aunque su inteligencia sea escasa,  la aprovecha al máximo.

Así en la vida encontraremos personas muy inteligentes que por no saber pensar no podrán encausar correctamente sus vidas y conoceremos a otras, que sin ser especialmente dotadas intelectualmente, saben razonar, lo que les permitirá aprovechar  al máximo las oportunidades que la vida les ofrece.

sábado, 6 de abril de 2013

Camino 2: De la Forma a la Esencia

Observa la semilla y jamás podrás ver el árbol que ella esconde. Ella es el árbol en potencia. El árbol es potencia elevada al máximo. Quien tiene un saco de nueces, tiene también un bosque de nogales. La semilla puede permanecer siglos y siglos aguardando su momento para dejar salir el árbol.  La semilla es eterna, el árbol temporal.  La semilla es esencia, el árbol es forma. 


De la forma a la esencia 

La esencia es como el big bang del cual proviene todo el universo material. Las galaxias, estrellas, planetas y meteoritos son sus formas asociadas. La esencia, es lo que subyace como fuerza generadora en las cosas; la forma es cómo se expresa ésta en el mundo. Decir que una casa es de estilo colonial,  es decir que su esencia es colonial, siendo  tantas las formas, como casas de este estilo existan. Y aunque no hay dos casas coloniales iguales, quien capta la esencia de lo colonial, sabe cuando una casa es o no de ese estilo.

El ser humano al nacer y durante los primeros años de su vida, sólo puede captar las formas. Recuerdo un simpático ejemplo que muestra esto. Cierta vez, un sobrino de 6 años tenía un billete viejo y ajado de $ 1.000. Dadas las condiciones en las que estaba el billete, le propuse cambiárselo por uno del mismo valor, pero nuevo. El aceptó y lo cambiamos. Pero cuando me alejaba de pronto sentí que estalló en llanto. Al preguntarle que le pasaba me dijo  sollozando:- “es que tu te quedaste con mi billete”-.

En la medida en que crecemos vamos comprendiendo por osmosis la escencia de las cosas básicas, como el dinero, la ropa, los muebles y todo aquello que nos permite operar adecuadamente en la comunidad.

El comprender la esencia nos permite variar las formas sin perderla. Si mi sobrino hubiese comprendido la esencia del dinero, se habría alegrado de cambiar un billete ajado por uno nuevo. Cualquiera que conoce la esencia de una silla, podrá crear miles de sillas con los materiales y formas más diversas, siempre que mantenga su esencia; que es la de “permitir al ser humano sentarse y descansar en ella”.

El problema es que para acercarse a la felicidad, no basta con captar la esencia de las cosas básicas, como las sillas y el dinero, sino que hay que captar la esencia  de las cosas trascendentales, para derivar desde éstas las formas más apropiadas para vivir en este mundo. Por ejemplo: ¿Cuál es la esencia de una pareja y por lo tanto del ser pareja?,  ¿Cuál es la esencia del ser padres? o ¿Cuál es la esencia del trabajar?. Si lográsemos responder adecuadamente estas preguntas, inmediatamente sabríamos derivar las formas  correspondientes. Pero como son muy pocos los seres humanos capaces de dar una respuesta esencial a estas preguntas, la mayoría las responde copiando inconscientemente formas recibidas desde sus padres o desde su entorno social, las que por ser sólo forma, no pueden dar respuesta a todas las posibles situaciones que deben enfrentar como parejas, padres o trabajadores. Además, dado que el mundo está cambiando tan rápidamente, las  formas copiadas de las generaciones anteriores resultan totalmente anacrónicas. Así por ejemplo, un joven machista resulta demasiado anticuado y fuera de lugar para el siglo XXI. El no comprender esto produce mucha infelicidad en el ser humano.

Un ejemplo de esencia está contenido en la maravillosa máxima de la interrelación con otros seres “trata a lo demás como quieres que a ti te traten” el cual, evidentemente,  puede adoptar infinitas formas.

El desarrollo de este camino permite, ante cada situación, variar las formas cuantas veces sea necesario sin perder la esencia de lo que pretendemos, lo cual es sin duda uno de los caminos que nos acerca a la felicidad.

viernes, 5 de abril de 2013

Camino 3: De la Inconciencia a la Conciencia

Observa como el león atrapa a la gacela sin piedad ni arrepentimiento. En buena hora Dios no le dio al león la capacidad de sentir compasión pues para poder sobrevivir no tiene alternativa. El hombre inconsciente es como el león. El hombre consciente, que siente el sufrimiento de los demás, sabe que Dios nos dio muchas formas de sobrevivir sin dañar a otros.


De la inconciencia a la conciencia

La frase, “Perdónalos señor no saben lo que hacen” contiene todo lo que se necesita para comprender el tercer camino. Lo que Cristo dijo podría también expresarse  “Perdónalos Señor, no se dan cuenta de lo que hacen” y ésta, es la definición exacta de lo que es ser inconsciente. Ser consciente, por tanto, es “darse cuenta”.

Cuando un niño de dos años llora toda la noche por un pequeño dolor que siente, no puede darse cuenta de que mantiene a toda la familia despierta. Cuando ese niño,  ya adulto, sufre de un fuerte dolor en la noche, trata por todos los medios de molestar lo menos posible al resto. Es decir, se ha hecho consciente de los efectos de sus acciones sobre los demás.

El ejemplo anterior muestra que en la medida en que vivimos, todos nos vamos haciendo conscientes de más y más cosas. Pero el camino aquí propuesto no se refiere a las cosas  de tipo cotidianas, sino a las cosas trascendentales. Por ejemplo: darse cuenta de que todos los seres humanos en esencia somos iguales; darse cuenta de que nuestras acciones de hoy tendrán efectos en el mañana; darse cuenta de que los demás, al igual que nosotros, tienen esperanzas, sueños y necesidades; darse cuenta de que el planeta nos pertenece a todos los que estamos vivos y a los que vendrán; darse cuenta de que el que más necesita de mí es el que tengo más cerca.

Una de las anécdotas más hermosas respecto al despertar violento de la conciencia, es lo que le sucedió a Gandhi. En Sudáfrica, fue bajado de un tren por ir en una clase que no le correspondía por no ser blanco. En esos momentos, Gandhi que era un privilegiado pues era hijo de una familia pudiente de la India y se había educado en Inglaterra, se dio cuenta de la injusticia subyacente en ese país y empezó entonces su extraordinaria obra que lo llevo a convertirse en uno de los líderes más influyentes y admirados del siglo XX.  

En una perspectiva comunitaria y también divina, este camino representa por si mismo todo el sentido de la existencia humana, pues podría resumirse diciendo, que una vida admirable es la de aquel que fue capaz de pasar desde el yo–centrismo de la niñez, al otro-centrismo en la vejez. O dicho de otra forma desde el egoísmo inconsciente de la niñez hasta el altruismo consciente en la vejez.

Despertar la conciencia, es uno de los caminos más importantes del crecimiento  humano, siendo su regla de oro  “mirar todas las situaciones desde el punto de vista de los demás”. El transitarlo con intención, nos encamina hacia la felicidad en su sentido más profundo.

jueves, 4 de abril de 2013

Camino 4: Desde el Enamoramiento al Amor

Observa como el león joven, nuevo rey de la manada, mata a todos los cachorros del león destronado. El está pensando sólo en si mismo, quiere las leonas para si, pero no piensa en el dolor de ellas.
Observa a las leonas que defienden con su vida la de sus cachorros en peligro. Ellas no están pensando en si mismas, sino sólo en sus cachorros.

 
 
Del enamoramiento al amor
 
Enamorarse es querer lo mejor para sí mismo. Amar es querer lo mejor para el otro. El que se enamora desea que el otro le dedique todo su tiempo, su exclusividad, su cariño. Nos enamoramos de personas que nos dan lo que nos hace falta. Amamos a personas a las que les entregamos lo que necesitan, como por ejemplo, a nuestros hijos. El enamoramiento es egoísta, excluyente y finalmente aprisiona al otro.  El amor en cambio, es generoso, inclusivo y liberador.
 
El camino del enamoramiento al amor es pasar desde la pregunta ¿Qué puedes hacer por mí?, a la pregunta, ¿Qué puedo hacer por ti?
 
La relación de pareja se inicia en el más profundo enamoramiento, jamás en el amor. El enamoramiento es hipócrita, puesto que se finge ser lo que no se es para atraer al otro. En cambio, el amor es sincero. El gran secreto de las parejas que sobreviven en el tiempo, es que paulatinamente transmutan el necesario, lícito y apasionado enamoramiento del inicio en el imprescindible y maravilloso amor del final.
 
El amor en su sentido más puro se puede apreciar en la relación madre – hijo, puesto que la madre tiene siempre en su mente la pregunta del amor: ¿Qué puedo hacer por ti?.
 
El amor no se mide por el resultado sino por la intención, puesto que muchas veces equivocaremos el camino para hacer realidad la intención, pero esto no debe detenernos, si es que  creemos que estamos haciendo lo mejor para el otro. Debemos eso si, tener mucho cuidado de asegurarnos que nuestros actos de amor no sean realmente actos de enamorados – es decir que busquen implícitamente nuestro beneficio - como por ejemplo, el padre que desoyendo la vocación de su hijo, lo obliga a estudiar algo que él mismo hubiese querido estudiar.
 
El camino hacia el amor, se inicia escuchando al otro para llegar a saber qué es lo que “realmente necesita”, lo cual no es lo mismo que “lo que el otro quiere”. Por ejemplo, un niño puede querer ver televisión hasta tarde todos los días, pero un padre que lo ama, aunque el niño se enoje y llore, lo enviará a la cama mucho antes. Es así como el amor requiere valentía y firmeza, puesto que muchas veces hay que ir en contra de los deseos del otro para amarlo.
 
El camino hacia el amor, continúa cuando sabiendo lo que el otro necesita, hacemos todo lo posible por procurárselo. Si escuchar es difícil - que es el primer paso- este segundo paso lo es aún más, porque requiere renuncia y generosidad.
 
El camino del amor, a pesar que es dar y no recibir, es uno de los que más nos acerca  a la felicidad. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Camino 5: De no ser responsable de mi destino a ser responsable


Observa al pájaro cuco que pone un huevo y se lo deja en el nido al petirrojo para que lo críe.  Mira en cambio al pingüino emperador que cuida sin alimentarse y a la intemperie durante tres meses, a su pequeñuelo, mientras la madre va en busca del alimento.
He aquí como la madre naturaleza no enseña lo que es la irresponsabilidad y la responsabilidad.
 
 
 
 De no ser responsable de mi destino a ser responsable
 
Uno de los estados que dejan en evidencia la madurez de un ser humano, es el  dónde pone las causas de lo que le pasa: si fuera de sí mismo o en sí mismo. En la perspectiva de una vida humana podemos decir que cuando somos niños, las causas de la mayoría de las cosas que vivimos, buenas y malas, están fuera de nosotros. Nuestros padres nos eligen el colegio, nos educan desde lo que ellos son y manejan nuestra vida soberanamente.
 
En la medida que nos hacemos adultos paulatinamente vamos adquiriendo el control de nuestro destino. Es así, como posiblemente escogeremos qué carrera estudiar, a nuestros amigos y a nuestra pareja. Pero a pesar que este es un cambio que viven de manera natural todos los seres humanos, son pocos los que desarrollan la comprensión de que lo que en definitiva nos sucede en la vida de adultos, es siempre responsabilidad de nosotros mismos. Por ejemplo, si una mujer que tiene un matrimonio desgraciado achaca su situación a la mala suerte, está poniendo las causas fuera de ella y evitando asumir su propia responsabilidad. Esto es tan grave, que si esta misma mujer se divorcia y vuelve a casarse, es muy probable que viva nuevamente lo mismo, con lo que se terminará de convencer de que ella tiene mala suerte y pasará el resto de su vida atrapada en esa creencia.
 
En un barrio donde viví, había una vecina que cuando su hijo se sacaba malas notas iba y retaba a la profesora. El tiempo demostró que cualquiera  hubiese sido la profesora, su hijo nunca habría mejorado las notas. En otra oportunidad conocí a una linda y educada mujer a la cual su marido le pegaba sin contemplaciones. Logró divorciarse y se volvió a casar. Pues bien, su nuevo marido también le pegaba. ¿Habrá sido mala suerte?.
 
Para recorrer este camino hay que saber separar corto y largo plazo, puesto que si tengo que cruzar una calle y tomo todas las precauciones para hacerlo, pero igual me atropellan, podría con todo derecho decir que ha sido mala suerte. Sin embargo, cuando en un período de varios años tropezamos y volvemos a tropezar con la misma piedra, tenemos que mirarnos al espejo y decir “soy responsable de lo que me pasa, la causa está en mí y no fuera de mí”. 
 
Recorrer este camino es extremadamente difícil, puesto que primero que nada tenemos que asumir que lo bueno y lo malo que hemos cosechado en la vida, es fruto de lo que hemos sembrado. No cabe duda de que lo bueno lo asumimos inmediatamente como resultado de nuestros actos -incluso quitándole mérito a otros que nos pueden haber aportado -. El problema está con asumir lo malo, ya que siempre es difícil reconocer que hemos fallado. Pero si no lo hacemos, las malas experiencias se nos repetirán una y otra vez.   
 
A pesar que cuando conquistamos este camino también nos ganamos el dolor de sentirnos responsables de nuestra situación actual, con sus errores y aciertos, vale la pena transitarlo porque en definitiva significa tomar en nuestras manos el control de nuestro destino y mientras no lo tengamos nunca podremos ser felices ni sentirnos verdaderamente adultos.

martes, 2 de abril de 2013

Camino 6: De la Dependencia a la Libertad

Observa al sol y verás como vaga sin ataduras por el universo. Mira a los planetas y verás como sin el sol no pueden sobrevivir.
El sol para ser no necesita a nadie ni nada, pero los planetas si.
El sol es libre, los planetas no.
 

De la no libertad a la libertad

Ser libre es no depender. Desde este punto de vista, no hay ser menos libre que un recién nacido. Iniciamos nuestras vidas sin la más mínima libertad. El sexto camino consiste en ir eliminando dependencias a lo largo de la vida, incluso al final, el apego a la vida misma. Hermosos y trágicos son los episodios del ser humano cuando prefiere morir a perder su libertad.
 
En una escena de una película sobre Hitler, recuerdo que aparecía éste en un campo de concentración mirando una fila de judíos que caminaba hacia la cámara de gases con plena conciencia de ello. De pronto Hitler se percató de que en la fila había un hermoso joven judío de aspecto ario. Lo hizo comparecer ante él y le ofreció salvarle la vida a  cambio de que renegara de sus orígenes y de su pueblo y se transformará en alemán ario. El joven judío lo miró y sin decir nada volvió a la fila, sin mirar atrás.
 
Gracias a Dios la gran mayoría de las personas no tenemos que hacer actos tan heroicos para expresar  nuestra libertad. Aún así, vivimos en contextos en los que la libertad es muy difícil de alcanzar, puesto que a pesar de que a medida que crecemos vamos eliminando algunas dependencias,  paulatinamente vamos adquiriendo otras. Dependencias pueden ser, por ejemplo, lazos afectivos, bienes materiales,  estatus social, prejuicios y adicciones.
 
Desde la perspectiva del amor, el enamorado no es libre porque depende totalmente del otro, en cambio el que ama, es libre y por lo mismo ayuda a liberar al otro.
 
Cuando se es joven, aún no se tienen grandes dependencias, por lo tanto es posible cuidar la libertad  previniendo el no generarse dependencias innecesarias, como por ejemplo, transformarse en padres sin estar psicológica y económicamente preparados para ello. La mayoría de los adultos actualmente tiene grandes dependencias. La forma de liberarse es primero que nada   prevenir de no generar otras nuevas;  y segundo revisar si aquello que lo tiene atrapado puede ser modificado sin hacerle daño ni a los demás ni a si mismo. Hay que tener mucho cuidado de no actuar con irresponsabilidad ante las dependencias ya adquiridas puesto que en tal caso el remedio será peor que la enfermedad.
 
Mención especial merece el matrimonio, puesto que puede malentenderse mi mensaje como un “piensa antes de casarte porque te encadenaras”. La verdad es que un matrimonio construido en el amor es vivir y gozar la libertad con otro y éste es uno de los logros máximos para cualquier persona.

Cualquiera sea el punto de partida, caminar hacia la libertad requiere ser muy valiente y muy fuerte puesto que la sociedad actual no está organizada para hombres libres sino que todo lo contrario. Así el que paulatinamente la vaya alcanzando, en la misma medida alcanzará la felicidad.

lunes, 1 de abril de 2013

Capítulo 7: Del No Fluir al Fluir

Observa a los ñus cruzar el río Nilo lleno de cocodrilos, no los detiene el peligro de la muerte puesto que ellos, impelidos por lo que son, fluyen hacia nuevos pastos que son vida. Mira el salmón remontar el río hasta encontrar la muerte en su afán de procrear.
Si quieres ser feliz imita al ñu y al salmón y fluye sin temor hacia donde te impele tu alma.
 

 
Del no fluir al fluir
 
Fluir significa “que cuando estamos haciendo algo, nuestra conciencia no esté escindida de nuestro cuerpo”. Dicho de otra forma, significa que durante el hacer, nuestra conciencia no sea un observador de lo que hace nuestro cuerpo, sino que esté totalmente fundida y en armonía con éste. En el fluir, nuestra conciencia está tan compenetrada con el acto, que es inconsciente del acto mismo. El fluir nos produce una permanente sensación de gozo, placer, plenitud y trascendencia. Es sólo en este estado donde cada ser humano puede dar lo mejor de sí mismo y tener los mayores logros personales y sociales.
 
Cada persona fluye en cosas distintas. Algunos fluyen conversando, otras practicando algún deporte o estando con una persona en particular, por ejemplo su pareja. Otros fluyen en su trabajo. Yo, por ejemplo, fluyo cuando hago clases. Esos son  momentos en los que el resto del mundo se me borra. Mi conciencia y mi cuerpo se transforman en uno sólo para crear y ejecutar actos que me llenan de gozo. Una situación de flujo común a todos los seres humanos, es el estar enamorado, pues cuando se está con la persona amada se tiene exactamente la experiencia anterior pero potenciada al máximo.
Ejemplos de fluir o  no fluir se pueden observar claramente en las parejas que están comiendo en un restaurante. Para las que fluyen no existe más que el otro, su mesa y su comida, incluso muchas veces está última también sobra. Todas sus interacciones son armónicas y su lenguaje no verbal es como si estuvieran sentados danzando entre ellos. En cambio las que no fluyen hablan con monosílabos, miran hacia todos lados buscando que el tiempo pase, se producen largos y pesados silencios entre ellos y son salvados por un rato cuando llega el mozo con la comida. No hay armonía, ni menos danza entre ellos, sólo hay desolación, obligación y hastío.
 
Para comprender aun más el estado del fluir, hablemos del no fluir. Este estado se caracteriza porque ante un acto o en medio del acto mismo, nuestra conciencia hace esfuerzos conscientes por mantener el ánimo y la voluntad al servicio de éste. Ejemplos de no fluir son:  el estar con una persona con la que no se quiere estar; hacer un trabajo que ya no queremos hacer; permanecer en algún movimiento social en el cual ya no creemos o, leer un libro que no nos gusta.
 
Para acercarnos a la felicidad tenemos que saber qué  cosas nos hacen fluir, dedicarnos, en la medida de lo posible, solo a esas y desechar todas las otras. Fluyan en su relación de pareja, si no fluyen; traten de hacerlo y si no lo logran, cuestiónense si están con la persona adecuada. Lo mismo para el trabajo y todo lo que hacen en la vida. El problema que inmediatamente se nos plantea es que es fácil decirlo pero muy difícil hacerlo. Tal apreciación es cierta y aquí,  mi consejo es ir abandonando  gradualmente aquellas cosas en las que no se fluye. 
 
Este camino tiene la particularidad de que la partida y el destino están en el mismo lugar, puesto que cuando somos niños pequeños nuestra vida es un constante  fluir.