A diferencia de Gaspar Hauser
que nunca tuvo la posibilidad de salir por sí mismo, el hombre actual si la
tiene pues para hacerlo solo depende de si mismo, pero quizás tiene que hacer
algo mucho más difícil que lo que habría tenido que hacer Gaspar Hauser en el
caso que hubiese intuido un mundo más allá de su celda. A él le habría bastado
con patear las paredes que lo encerraban, vale decir luchar contra elementos materiales
que lo apresaban. En cambio el hombre actual tiene que luchar contra sí mismo
para derribar las paredes psico-sociales que se ha construido, lo que para la gran
mayoría es punto menos que imposible. Sigamos aprovechándonos de Gaspar Hauser
para comprender nuestra propia situación.
Si por un descuido de sus
celadores Gaspar hubiese podido salir de su celda hacia las otras habitaciones
de la casa, no habría podido entender nada de los objetos que habían en ella,
como sillas y mesas, pero peor que eso, no habría entendido ni la amplitud del
espacio, ni la perspectiva, ni la distancia como se pudo comprobar cuando
estuvo alojado en él ayuntamiento de Nuremberg. Y si a continuación hubiese
salido hacia el exterior de la casa, probablemente en vez de maravillarse como
haría cualquiera, se habría horrorizado
de la amplitud del espacio circundante, de la luz del sol, del color, de los sonidos,
del viento y de los animales. Y si se hubiese encontrado con otro hombre y este le hubiese
hablado, probablemente habría tratado de arrancar hacia su celda por ser ésta su
mundo conocido, su refugio, su seguridad y de haberlo lograrlo se habría
encerrado para siempre, perdiendo de paso las ganas de aventurarse más allá de este.
Analógicamente, si describimos
el mundo de fuera de nuestra tan bien construida caja, tendríamos que decir
primero que nada que no es un mundo físico-natural como el de Gaspar Hauser,
sino que es un mundo psico-social. En este, las personas viven vidas que tienen
sentidos trascendentes, lo que no significa grandiosas pues pueden ser muy
sencillas y anónimas. En este mundo las personas valen por lo que son, lo que
es atemporal y no por lo que tienen en cosas materiales o poder, siempre temporales.
Aquí las personas no sienten que siempre tienen la razón ni menos que la verdad
es relativa, reconociendo muchas veces que no la conocen. Por ende prima el diálogo,
que es el buscar la verdad entre varios, por sobre la discusión, que es
convencer al otro que se tiene la razón. El mundo fuera de la caja es un mundo
inclusivo en el cual no se discrimina a nadie por ningún concepto; es un mundo
de gente que por sobre todas las cosas está buscando crecer como personas en lo
valórico y en lo espiritual. Es un mundo en el cual existe “la conciencia que
el otro existe y merece ser respetado”, siendo el respeto, la inclusión y la
tolerancia los principios esenciales de la convivencia humana.
Cuán lejos está este mundo
exterior de aquel dentro de la caja en el cual cada uno piensa solo en sí mismo
y el respeto, la inclusión y la tolerancia brillan por su ausencia. Dentro de
la caja los valores más apreciados son lo que yo metafóricamente
llamo los 4 jinetes del apocalipsis: el dinero, el poder, la fama y la belleza
(aparejada con verse joven), valores que por obtenerlos, la gran mayoría se
desvive malgastando su vida en ello. No siendo malos per se dichos jinetes, lo terrible
es que la mayoría de las personas está dispuesta a hacer cualquier cosa por
obtener aunque sea uno de ellos, aplicando el nefasto principio de que el fin
justifica los medios. Como resultado, dentro de la caja reinan cada vez más enfermedades
como la depresión y el estrés, enfermedades asociadas a vivir vidas sin sentido
y a traicionar nuestro interior para vivir persiguiendo cosas que sin saberlo,
aunque las consigamos, nunca nos harán felices. A su vez como digo antes, en
vez de la generosidad reina el egoísmo, en vez de alegrarse por él éxito del
otro, reina la envidia y en vez de luchar contra uno mismo para ser mejor,
denostamos a los demás para sentirnos mejor que ellos.
En el mundo de la caja las
personas dicen que “tienen lo que han conseguido atesorar”, en cambio en el
mundo de fuera de la caja, las personas sienten que “solo tienen lo que han
dado a otros”, lo que justamente es la materialización del sentido de trascendencia,
que es dejar algo bueno más allá de uno mismo.
Pero no debe pensarse que el
mundo de afuera de la caja es el paraíso, puesto que este es a su vez de dulce
y agraz. De dulce porque uno siente
tranquilidad, bienestar y paz interior – ergo felicidad - puesto que se
siente útil a la humanidad y consecuencia consigo mismo y a pesar que de todas
formas las personas en este mundo también cometen errores, están dispuestos a
aprender de éstos sin echarle la culpa a nadie. Esta potente sensación de
bienestar interno es inmune a los problemas que las personas de este mundo exterior
también viven, pero estos mismos sentimientos les ayudan a mirarlos desde una
perspectiva de crecimiento y aprendizaje y no desde la perspectiva infantil y
fatalista de “por qué a mí” como pasa al interior de la caja.
De agraz porque al tener
conciencia que el otro existe y desearle lo mejor, los que están afuera sufren al
ver atrapados a los que están dentro - especialmente si los aman - malgastando
su vida en cosas banales y fútiles y no creciendo como personas. Es como haber
sabido que Gaspar Hauser estaba en una celda y no haber podido hacer nada por
liberarlo. De agraz también porque al mirarse al espejo del crecimiento espiritual
se dan cuenta de lo que les falta por
crecer, por a veces no sentirse capaces de hacerlo, por retroceder y por pensar
en algunos momentos abandonar todo y meterse dentro de una caja y olvidarse que
alguna vez se quiso crecer.
Puesto así, sin duda que al
igual que para Gaspar Hauser, el mundo fuera de la caja es un mundo
aterrorizante para los que están en ella, mundo en el cual no sirven las capacidades,
habilidades y herramientas que permiten sobrevivir dentro de la caja y por ende
es poco probable que de buenas a primera alguien desee vivir en este. De alguna
manera es como encontrarse totalmente desnudo en medio de gente bien vestida. Pero
no hay que aterrorizarse porque a diferencia del mundo físico-natural de Gaspar
Hauser, del cual con un paso se salía, para salir de un mundo con una cierta
estructura psico social y pasar a otro con una estructura diferente, se
requiere de un proceso de transformación interno muy potente, relativamente
lento y de mucha renuncia, esfuerzo y perseverancia.
Por último la forma de salir
de nuestra caja, como de cualquier caja, es en primera instancia por la tapa lo
que corresponde en este caso a darle un sentido a nuestras vidas que vaya más
allá de nosotros mismos. En paralelo se debe empezar a debilitar las paredes,
concentrándose primero en aquellas que nos sean más fáciles, que las sintamos
menos duras para nosotros. Así por ejemplo empezar a escuchar más, a darle una
oportunidad a aquellos que excluimos, a pensar que no puedo tener siempre la
razón, a reducir nuestras deseos de atesorar cosas y vivir vidas más sencillas,
etc. En síntesis hemos de cuestionar los lados de la caja. Por último se debe fortalecer
nuestra formación y cultura en todos los campos del saber y el hacer.
Cierro este escrito
regalándoles la siguiente frase que alguna vez leí:
“Aunque fracase,
podré seguir mirando a los ojos a los que amo
Sí ellos saben que
al menos lo he intentado”